Contradicciones - Por Ezequiel Dellutri


“Si en el bosque cae un árbol y no hay nadie para oírlo, ¿hace ruido?”. Tal vez este sea uno de los sofismas más conocidos y discutidos de la humanidad. El problema que se plantea pretende una resolución lógica, cuando en realidad no hay elementos que permitan fundamentar una posible respuesta.

Con los defensores del aborto pasa más o menos lo mismo: los argumentos resultan endebles, maniqueos y emocionales. Se basan en el dogmatismo, en el detalle, en los casos excepcionales. Pretenden ser lógicos, pero ignoran las más elemental fundamentación. Confunden síntoma con enfermedad y proponen soluciones drásticas sin ver el panorama en toda su amplitud.

La noticia nos sorprendió por su espíritu profundamente contradictorio: reflejó lo mejor y lo peor del ser humano. Una beba fue abandonada uno de los días más frío del año. Recién nacida, fue rescatada por un par de policías que se negaron a permitir que la niña fuese anotada como NN. Decidieron que debía tener un nombre, porque consideraron que eso le devolvía la dignidad.

La misma sociedad que se conmueve con esta historia es la que propone un debate sobre la legalización del aborto. Quienes lo promueven, sostienen que hay libertades inalterables. Una mujer, dicen, puede hacer lo que quiera con su cuerpo. Parecen desconocer la elemental verdad científica que dice que el embrión, luego el feto, después el bebé, tiene un ADN diferente al de su madre.

No podemos desconocer la gran cantidad de mujeres que mueren a causa de abortos mal realizados. La pregunta es por qué atacar el síntoma y no el problema. Por qué proponer una respuesta superficial a una cuestión que debería llevarnos a pensar sobre la sociedad que estamos construyendo, la educación que estamos brindando, el futuro que estamos proponiendo a las nuevas generaciones.

Pese a encontrarme en la otra vereda, no puedo menos que estar de acuerdo con los abortistas: la libertad es un derecho irrenunciable. Y no lo solo digo porque crea que el niño nonato es una persona; lo digo también por las mujeres que han tomado la equivocada decisión de abortar: creo en la libertad de cada mujer, no a realizar un aborto, sino a evitar llegar a esa situación al elegir el método anticonceptivo para planificar su familia.

Porque en última instancia, para poder vivir la libertad es necesario también pagar el muy justo precio de la responsabilidad. Por eso, y sin negar los matices que esta discusión propone, debemos entender que quien tiene la libertad para elegir cuando concebir, también debe tener la responsabilidad de asumir el resultado de sus actos sin hacer pagar a quien jamás tuvo la oportunidad de pedir la cuenta.


Muñiz, agosto de 2011

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